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Es oscuro el hablar de los hombres

In Conversaciones con María Celeste on May 13, 2010 at 4:32 pm

Es oscuro el hablar de los hombres[1],

 

Es oscuro el hablar de los hombres, como las algas pardas, como los negros pájaros; como ellas, surge de los grises fondos y aflora y yace sobre las playas blancas, pleamar del amor y resaca del odio, cima clara de pasión bermeja y fosa oscura de rencores negros; como ellos, vuela en bandadas sucias, decididas y cenicientas, como oscuros relámpagos que desgarran el cielo ingenuo y celeste.

Ayúdame a entenderlo, tú que ves a través del cristal de la palabra, que inmóvil y atento, escucha y refleja lo que otos refieren.

El ojo traiciona, la palabra no [2]y, a veces, en los días cálidos del amor sereno, todo el mar me parece horizonte y no sé por dónde continuar el viaje. Tú, que inmóvil bajo el recio bauprés, gobernaste la dinámica nave, ignoras lo que te muestran tus ojos, cristalinos y resinosos, y ves, con la palabra, más lejos y más claro; más allá del confín, casi alcanzando el puerto esperado y el destino incierto. Es oscuro el hablar de los hombres: llama a la jarcia atadura y a las velas trapos, dice amor y quiere decir odio, dice amigo y habla de muerte; no habla de dar, sino de lograr, y deja que los mercaderes ensucien las playas con gritos egoístas que engañan y amenazan. Es oscuro el hablar de los hombres, cuando esconde el llanto y sólo muestra el logro, cuando dice riqueza y calla quebranto.


[1] Del poema El amor que calla, de Gabriela Mistral.

Si yo te odiara, mi odio te daría
en las palabras, rotundo y seguro;
¡pero te amo y mi amor no se confía
a este hablar de los hombres tan oscuro!
Tú lo quisieras vuelto un alarido,
y viene de tan hondo que ha deshecho
su quemante raudal, desfallecido,
antes de la garganta, antes del pecho.
Estoy lo mismo que estanque colmado
y te parezco un surtidor inerte.
¡Todo por mi callar atribulado
que es más atroz que entrar en la muerte!

 

[2] También es de Gabriela Mistral.

Antes de ser palabra

In Conversaciones con María Celeste on marzo 1, 2010 at 12:40 am

Antes de ser palabra, fuiste madera que creció sobre la tierra y antes de quedarte quieta surcaste el aire sobre la espuma; antes de pensarte habitaste en el árbol, en las olas y en el viento; antes de conocerte eras otra, y después de haberte nombrado, te quedaste a vivir conmigo, inmóvil y diligente, celosa y franca; esperando atenta para aquietar mis desvelos y custodiar mis ansias, vigilante, celadora, ilustrada, compañera y amante. Tus silencios engrandecen mis lamentos y resuenan como bocinas que advierten de las rompientes en medio de la niebla.

Yo vivía encerrado, seco y miserable, esclavo de la dureza y agitado por el desánimo de lo impar, prisionero de mi ignorancia y huérfano de ti, hasta que escuché cómo, al abrazarte, el aire me susurraba nombres desconocidos con acentos nuevos. No te alcancé hasta que fui capaz de pronunciarte y, desde entonces, no me he separado de ti, porque me enseñaste a contar el mar y a llamar a los vientos por su nombre desde la tierra que piso, pues hay muchos mares en ese mar al que miramos, tú y yo, cada mañana, pero sólo uno es el que te cuento y uno es el que tú me revelas, oscura y lúcida, iluminando con tu sosiego las historias que otros escriben, inquietos y presurosos, sobre la borrosa arena. Con tus ojos aprendo a distinguir las corbetas de las goletas y las nubes de las tormentas de los cielos venturosos y mientras más distingo más vivo y mientras más vivo más quiero hablarte con las mismas palabras que, antes de conocerte, sólo servían para nombrar océanos vacíos de anémonas, hueros de perlas y huérfanos de caracolas, los mismos que tú has llenado de hipocampos encantados, sirenas sugerentes y posidonias insinuantes que se mueven al compás de las mareas que incitas con tu presencia.

A ti y a mí, hablar nos hace libres, porque nombramos las cosas con su verdadero nombre y tu voz es la mía y vuela serena hasta encontrar su sitio en la historia que contamos, cada día, desde que te encontré, varada entre las piedras secas.

Primera charla

In Conversaciones con María Celeste on febrero 25, 2010 at 9:59 pm

Primera charla.

Cuéntame si fuiste al sur sólo por dejarte abrazar por Notos; si primero fueron los amantes o tu deseo por ellos o si es cierto que quisiste llegar al norte antes siquiera de anhelar a Bóreas;  si seguiste aquel rumbo para llegar al solitario  puerto o sólo quisiste embarcar porque navegabas. Me dijeron que tu  cara se  despintó de tanto mar antes de recalar en esta vieja y fría ensenada, donde las espumas constelaron tu mirada. Tú que sabes el origen de las cosas porque vienes del primer astillero y has estado siempre vigilante, observando cómo las aguas de todos los océanos pasaban bajo el tajamar de la vida, dime si primero es la palabra.

No me ocultes lo que sabes, concédeme el privilegio de compartir lo que has visto y dime si debo volverme a buscar la playa de los recuerdos, donde las preguntas insisten en la arena, o si debo partir y cruzar el mar ambiguo y bravo, donde el duro golpear de las olas nos hace olvidar la luz de la certeza.  Tú que has sido capaz de protegerte de los golpes del viento y que te has alimentado del sol y del aire, mientras el balanceo insistía en distraerte de tu destino; dime si primero es la palabra.