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Antes de ser palabra

In Conversaciones con María Celeste on marzo 1, 2010 at 12:40 am

Antes de ser palabra, fuiste madera que creció sobre la tierra y antes de quedarte quieta surcaste el aire sobre la espuma; antes de pensarte habitaste en el árbol, en las olas y en el viento; antes de conocerte eras otra, y después de haberte nombrado, te quedaste a vivir conmigo, inmóvil y diligente, celosa y franca; esperando atenta para aquietar mis desvelos y custodiar mis ansias, vigilante, celadora, ilustrada, compañera y amante. Tus silencios engrandecen mis lamentos y resuenan como bocinas que advierten de las rompientes en medio de la niebla.

Yo vivía encerrado, seco y miserable, esclavo de la dureza y agitado por el desánimo de lo impar, prisionero de mi ignorancia y huérfano de ti, hasta que escuché cómo, al abrazarte, el aire me susurraba nombres desconocidos con acentos nuevos. No te alcancé hasta que fui capaz de pronunciarte y, desde entonces, no me he separado de ti, porque me enseñaste a contar el mar y a llamar a los vientos por su nombre desde la tierra que piso, pues hay muchos mares en ese mar al que miramos, tú y yo, cada mañana, pero sólo uno es el que te cuento y uno es el que tú me revelas, oscura y lúcida, iluminando con tu sosiego las historias que otros escriben, inquietos y presurosos, sobre la borrosa arena. Con tus ojos aprendo a distinguir las corbetas de las goletas y las nubes de las tormentas de los cielos venturosos y mientras más distingo más vivo y mientras más vivo más quiero hablarte con las mismas palabras que, antes de conocerte, sólo servían para nombrar océanos vacíos de anémonas, hueros de perlas y huérfanos de caracolas, los mismos que tú has llenado de hipocampos encantados, sirenas sugerentes y posidonias insinuantes que se mueven al compás de las mareas que incitas con tu presencia.

A ti y a mí, hablar nos hace libres, porque nombramos las cosas con su verdadero nombre y tu voz es la mía y vuela serena hasta encontrar su sitio en la historia que contamos, cada día, desde que te encontré, varada entre las piedras secas.

  1. Con tus ojos aprendo a distinguir las corbetas de las goletas y las nubes de las tormentas de los cielos venturosos y mientras más distingo más vivo…

    Impagable. Precioso.

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