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Archive for the ‘Más Vivaldi y menos paracetamol’ Category

Música, amor y vino.

In Más Vivaldi y menos paracetamol on abril 20, 2011 at 5:46 pm

Esta es una de esas lista de cosas que se enumeran para decir: ¡Con esto tengo suficiente! ¡Para vivir no necesito más! Es el equivalente del «salud, dinero y amor», mucho más prosaico, o aquello que decía Jardiel Poncela, que el mundo se sustentaba sobre tres pilares: estómago, sexo y dinero.

Bueno pues hemos decidido hacer un planteamiento anticrisis y quedarnos con las sugerencias que no incluyen cuestiones económicas (a fin de cuentas las mejores cosas de la vida no cuestan dinero) y hemos puesto esta opción de Beethoven: se trata de una de sus canciones tradicionales inglesas (por eso está en inglés y no en alemán, como muchos esperaban) y esta es la que se titula Music, love and wine, o sea, lo mejor de lo mejor y, además, barato. Strauss dijo algo parecido cuando escribió Vino mujeres y canciones, probablemente suponiendo que amor y mujeres son sinónimos, lo que es una hermosa coincidencia. Blas de Otero, en su muy recomendable último libro (póstumo), Hojas de Madrid con la galerna, que acaba de publicar Galaxia Gutenberg, recopilado por la siempre encantadora Sabina de la Cruz,  que fuera su última mujer y fiel conservadora de sus maravillosas poesías, también hace una lista de las cosas indispensables en esta vida que me permito reproducir a continuación para que todos (especialmente los que vivís en Madrid) la tengáis en cuenta en estos momentos de crisis generalizada.

Gracias doy a la vida

La Biblioteca Nacional.

El Museo del Prado.

El parque del Retiro.

¿Qué más quieres? Blas de Otero,

a ti te digo: ¿qué más quieres?

Libros,

cuadros,

frondas.

Para apaciguar el alma.

Para recrear la vida.

Para festejar los ojos.

Un pequeño volumen,

en pasta española.

Unas mujeres hilando.

Un árbol hermoso.

Eso es todo.

Y, lo otro,

lo que no podemos remediar,

que siga su curso, imperturbable,

Y sin perturbarnos

Chacona de la Partita nº 2 para violín solo en re menor, BWV 1004 de J.S. Bach

In Más Vivaldi y menos paracetamol on May 6, 2010 at 5:12 pm

 http://www.youtube.com/watch?v=0DRdxT7XE1E

La Chacona de la Partita número 2 para violín solo en re menor, BWV 1004 compuesta en 1720 por Johann Sebastián Bach, es una de las piezas más conocidas del compositor alemán. Esta obra, mil veces interpretada, adaptada, versionada y revisada, cambia con cada violinista que la acomete y con cada oyente que la escucha. Hay quien encuentra en ella un sentimiento melancólico, otros perciben un pulso amoroso, y muchos piensan que sus notas expresan una profunda tristeza; quizá es todo eso y mucho más.

Sea como fuere, en la época en que está compuesta la Partita nº 2, los músicos eran artesanos que, muchas veces, debían esconder sus sentimientos y presentar obras que fueran apreciadas por su acabado estético y formal. Puede que este no haya sido el caso de Bach cuando compuso esta chacona, puesto que muchos musicólogos piensan que está dedicada a su esposa María Bárbara Bach, que fue muy querida por el compositor y que falleció cuando él se encontraba de viaje, lo que le provocó un profundo sentimiento de tristeza. Dentro de esta partita, los estudiosos han encontrado múltiples referencias musicales y numéricas a María Bárbara; esto es algo corriente en las obras de Bach que gustaba de mantener claves secretas, más o menos ocultas dentro de sus partituras. La Partita es una de las obras favoritas de los virtuosos del violín por su dificultad y de los buscadores de enigmas musicales y relaciones misteriosas, por su enorme complejidad. Esta danza, que muchos consideran un tombeau o lamento por la muerte de María Bárbara más que una danza con forma de chacona recogió en su momento todo el saber de la interpretación violinística y ha sido desde entonces admirada por muchos compositores y odiada por los estudiantes de violín que se han visto obligados a interpretarla para mostrar su virtuosismo.

Aún sin conocer todo el entramado histórico que rodea esta chacona, es difícil escucharla y no experimentar un sentimiento indefinido que se apodera de nosotros y que, para cada uno, se va concretando en un estado de ánimo diferente; es un ejemplo claro de cómo la música es capaz de hacernos alcanzar sentimientos tan intensos como indefinidos.

Esta chacona ha sido espléndidamente utilizada en un documental de la BBC. El uso de esta obra es tan acertado que, una vez que vemos el documental, ya nos resulta difícil separar esta danza de lo que allí se nos cuenta, puesto que, a pesar de no estar escrita con ninguna intención concreta, la Chacona se adapta como un guante a lo que se nos muestra en la imagen. El documental se titula Holocaust: A music memorial film from Auschwitz. Una de sus partes es esta Chacona, que interpreta el violinista Maxim Vengerov mientras camina por el campo de Auschwitz. Hay que verlo y oírlo.

La historia de la música en el campo de Auschwitz/Birkenau es uno de los episodios más terribles que se puedan imaginar. Los nazis formaron varias orquestas en el campo de concentración que tocaban en diferentes ocasiones: cuando los presos salían o llegaban de realizar los trabajos forzados, en las festividades, para los alemanes que habitaban en el campo y también en las ejecuciones sumarísimas y en los recorridos que llevaban a cientos de miles de hombres y mujeres a las cámaras de gas. La música y los músicos pocas veces han sido utilizados de una forma tan infame.

Entre los diversos músicos que pasaron por las orquestas de Auschwitz, destacó Alma Rosé, hija del gran violinista Arnold Rosé, que fue solista de la Filarmónica de Viena y de la orquesta de la Staatsopera de Viena. Alma era, ademáss, sobrina de Gustav Mahler, pero eso es otra historia que contaremos en algún otro comentario. De momento, nos conformamos con escuchar esta inolvidable obra.

Si la música fuera el alimento del amor (If music be the food of love)

In Más Vivaldi y menos paracetamol on May 5, 2010 at 10:04 pm

Si la música fuera el alimento del amor.

http://www.youtube.com/watch?v=AusWEi2IByU

A sugerencia de mi amigo Paco Amor, comienzo aquí una serie de comentarios sobre música clásica y gastronomía. Voy a empezar con un tema muy conocido: If music be the food of love. (Si la música fuera lo que alimenta el amor)[1], o sea, que la gastronomía en este caso está entendida en un sentido amplio, puesto que incluye como alimento algo tan sustancioso como alejado de la nutrición clásica cual es la música idem. Pero ¿Y si fuera cierto? ¿Y si no fueran las miradas, ni las prietas carnes, sino la música lo que incita al amor?, pues habría que hacer lo que dice el poema: hartarse hasta que no pudiéramos más; así que lo mejor es oír mucha música por si la canción tiene razón.

El tema de la música como origen o alimento del amor, no es raro en el Renacimiento, como el tópico de los ojos que reflejan el alma. La canción de Purcell, que tiene varias versiones, se basa en un poema de Henry Heveningham y su letra es la siguiente:

If music be the food of love,

sing on till I am fill’d with joy

for then my list’ning soul you move

with pleasures that can never cloy,

your eyes, your mien, your tongue declare

that you are music ev’rywhere

Pleasures invade both eye and ear,

so fierce the transports are, they wound,

and all my senses feasted are,

tho’ yet the treat is only sound

Sure I must perish by your charms,

unless you save me in your arms.

Actualmente una de las versions más conocidas es la del contratenor Alfred Deller, que alguien ha subido a Youtube. Está en la siguiente dirección: http://www.youtube.com/watch?v=AusWEi2IByU

 Como os decía, se trata de un tema conocido y que, además está tratado también por Shakespeare, que comienza con esta reflexión erótico/gastronómica/musical su obra Noche de Reyes (Twelfth Night). El sentido es el mismo: el conde Orsino piensa que si la música es el alimento del amor, que le den todo lo que pueda comer, hasta que llegue a ponerse malo y morir del atracón. Parece que en el Renacimiento eran todos unos ansiosos. Aquí os dejo el comeienzo de la obra de Shakespeare. Si alguno tiene ganas de traducirlo, se lo agradeceré porque así me evitará tener que hacerlo yo mismo.

 Shakespeare:

If music be the food of love, play on,

Give me excess of it, that, surfeiting,

The appetite may sicken, and so die.

That strain again! it had a dying fall;

O, it came o’er my ear like the sweet sound

That breathes upon a bank of violets,

Stealing and giving odour! Enough, no more;

’Tis not so sweet now as it was before.

O spirit of love, how quick and fresh art thou!

That, notwithstanding thy capacity

Receiveth as the sea, nought enters there,

Of what validity and pitch soe’er,

But falls into abatement and low price

Even in a minute. So full of shapes is fancy,

That it alone is high fantastical.

 


[1] Podría ser, también Si la música fuera lo que alimenta al Amor, con lo que mi amigo Paco debería darse por comido con esta bella obra que puede escuchar siguiendo el enlace.

SMETANA, Trío para piano en sol menor

In Más Vivaldi y menos paracetamol on marzo 2, 2010 at 7:48 pm

TRIO PARA PIANO EN SOL MENOR OP.15 (1855 Rev. 1857)

Bedrich Smetana.

http://www.youtube.com/watch?v=Ha9JiHLFC-I

Susanna Yoko Henkel (violin), Monika Leskovar (cello) and Milana Chernyavska (piano) interpretan el tercer movimiento del Trío para piano en sol menor en el Festival Internacional de Música de Cámara Zagreb de 2007.

Todo el Trío para piano en sol menor es excepcional, pero me atrae especialmente este tercer y último movimiento; un presto que contiene algunos de los momentos más tristes que se han escrito para la música. Alterna agitación y desasosiego con un sentido del ritmo y la melodía excepcionales y se ha convertido en una de las piezas más reconocidas de Smetana. La historia de este trío es la del dolor y la tristeza ante una pérdida irreparable: Smetana lo escribió después de morir su hija mayor, Bedriska, cuando tenía cuatro años. No fue la única muerte que conmocionó a Smetana: en dos años su mundo personal se desmoronó; primero falleció en 1854 su segunda hija, Gabriela, luego en 1855, Bedriska, la mayor; posteriormente, en el mismo año, nació otra hija, Katerina, que falleció a los pocos meses y, también en ese mismo año, le diagnosticaron tuberculosis a sus esposa, Katerina, enfermedad de la que falleció un tiempo después. La muerte rodeaba a Smetana y, en medio de este caos personal, compuso el Trío para piano en sol menor. Lo hizo en 1855 y lo revisó en 1857 y es una de sus obras más conocidas.

Es un ejemplo de cómo la actividad creadora sublima y convierte el dolor en algo diferente. Expresar lo que sentimos, convertir nuestros sentimientos en algo reconocible, tangible, hermoso, es un gran alivio para el que lo consigue y el esfuerzo merece la pena. Más allá de la idea romántica del artista como intermediario transmisor entre el mundo de los dioses y el de los hombres, la sensación de poder hacer algo que alivie nuestro dolor es un alivio en sí misma. Creo, además que puede servir no solo de ejemplo para los que sienten la impotencia del dolor producido por una muerte, sino como alivio al escucharlo. Cuando sabemos que otros han sufrido lo mismo que nosotros, como es el caso de Smetana, nuestro dolor parece fundirse con el suyo y diluirse en la comprensión de que no estamos solos, que hay alguien más como nosotros y que los demás pueden tener los mismos sentimientos. Esto hace que nos sintamos acompañados, incluso a través del tiempo, porque la música tiene esa capacidad innegable de promover sentimientos que, en el caso de este trío para piano en sol menor, sugerirán a cada cual emociones diferentes, quizá alejadas a las que quiso expresar el autor pero, en todo caso, estoy seguro que, una vez conocidas las circunstancias de su composición, nos harán sentirnos más cerca de la persona que compuso, en tan dramática ocasión, una obra como esta y percibir la proximidad del compositor, no ya como autor, sino como persona, y esto es algo que nos puede confortar y ayudar, puesto que la comprensión de los sentimientos de otros, en lo que tiene de solidaridad nos hace más humanos y nos concede una mayor libertad, la que el conocimiento de las emociones de otros otorga a nuestro comportamiento.

La vida de Smetana, desde el punto de vista humano, es impresionante: el sufrimiento está ligado a ella de una forma que parece cruel, pero casi siempre consigue burlar la desesperación y seguir trabajando. La desgracia se ceba con el compositor, que conoce períodos tranquilos, pero que ve su vida atrozmente desgarrada en la madurez. Como a Beethoven, le ataca la sordera y debe dejar algunas de sus tareas profesionales, sin embargo, también como Beethoven, continúa componiendo y es en esta oscura época de sordera cuando compone algunas de sus mejores obras, como son Ma Vlast (Mi patria) y los dos impresionantes cuartetos de mi cuerda que tituló De mi vida, con la clara intención de mostrar en ellos las sensaciones que le producía la contemplación de su existencia. Finalmente, en 1882, una terrible crisis nerviosa se apoderó de él, enloqueció y fue internado en un manicomio, donde murió.